| Por Maria Cintorino

Cultiva el ocio sagrado

El verano evoca imágenes de relajación, vacaciones y diversión en familia, cosas que esperamos con impaciencia durante las épocas más ajetreadas del año y los largos meses de invierno. Sin embargo, ¿cuántas veces planificamos unas vacaciones y, al llegar el momento, descubrimos que no nos han servido para recargar las pilas? Para renovarnos, necesitamos cultivar el ocio auténtico, pero ¿qué significa esto?

Aunque trabajamos para vivir, a menudo equiparamos nuestra existencia con lo que hacemos en lugar de con lo que somos. Sin embargo, la comprensión adecuada del ser humano es que “es”, no que “hace”. El filósofo católico alemán Josef Pieper, que escribió extensamente sobre el tema, señala que el ocio no puede asociarse con la ausencia de actividad o con el mero disfrute de lo que consideramos actividades relajantes. En cambio, enseña que el ocio es un estado del ser, una forma de vida. Es “una actitud de la mente, una condición del alma”.

Para Pieper, el verdadero ocio implica “contemplar” y “celebrar”. El ocio auténtico ralentiza nuestra mente y cuerpo, también nos abre una nueva forma de contemplar el mundo: vemos todo a través de los ojos de Dios y nos sentimos sobrecogidos tanto por el asombro como la admiración, maravillándonos ante la grandeza y belleza de Dios. Quizás hayas experimentado esto cuando la belleza de un amanecer, una noche estrellada, una obra de arte inspiradora o el canto suave de un pájaro te han llevado al asombro y la reflexión.

Contemplar lleva a celebrar: nos lleva a adorar, a regocijarnos en Dios y sus dones. Eleva nuestras mentes y corazones hacia Dios, permitiéndonos “orar en todo momento”, como nos enseña San Pablo (Ef 6,18). El ocio sagrado se asemeja al descanso de Dios en el séptimo día de la creación. Así como Dios contempla su bondad en su obra, así también nosotros experimentamos el ocio cuando contemplamos la bondad de Dios. Nuestras almas fueron creadas para descansar en Dios y contemplar su bondad.

Para cultivar este tipo de ocio, podemos preguntarnos: ¿qué nos recarga las pilas? ¿Qué nos da vida?

Cuando estamos cansados, a menudo recurrimos a actividades que nos adormecen la mente. Sin embargo, después, estas actividades pueden dejarnos con una sensación de vacío, así como falta de claridad mental y motivación. El ocio auténtico, en cambio, es vivificante y creativo. Refresca nuestras almas, mentes y cuerpos cansados; además, nos invita a participar en la obra creativa de Dios.

Ciertas actividades fomentan naturalmente esta mirada tranquila y amorosa, que Pieper entiende como ocio. Leer un libro que invita a la reflexión, caminar en la naturaleza, dar un paseo en auto, contemplar obras de arte, escuchar obras maestras musicales, maravillarse ante la belleza de la creación y entablar conversaciones intencionadas crean un espacio para que nos sorprenda el asombro, para encontrarnos con Dios y alabarlo.

Una vez que encontramos el auténtico ocio, este se apodera de nosotros y deseamos reflejar la belleza y la bondad de Dios, convirtiéndonos así en cocreadores con él. Respondemos creando obras de belleza: utilizamos nuestros talentos para meditar y comunicar la belleza, así como fomentar el asombro en los demás.

Este verano, cultiva el ocio auténtico. No solo te sentirás renovado mental, espiritual y físicamente, sino que también participarás en la acción creadora de Dios. Y lo más importante, experimentarás un anticipo del descanso eterno para el que fuimos creados.


Maria Cintorino es licenciada en teología. Sus escritos han aparecido en varias publicaciones, entre ellas Homiletic and Pastoral Review, Our Sunday Visitor y National Catholic Register.

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