|

Esfuérzate por ajustarte a la voluntad de Dios

El ser humano tiene una notable capacidad para desear dos cosas que compiten entre sí al mismo tiempo, así como vacilar entre decisiones y acciones que logran ambos deseos. Por ejemplo, yo quiero estar lo más en forma posible, pero me encanta Taco Bell. Algunos días gana el gimnasio, y otros días sale victoriosa la Cheesy Gordita Crunch. Incluso cuando en el fondo sabemos que deberíamos desear algo o que deberíamos habernos comprometido firmemente con un resultado concreto, podemos tener dificultades para perseguir ese objetivo con constancia y fidelidad.

Por eso he encontrado pocas citas de santos más cercanas o inspiradoras que esta joya de San Agustín: “Dame, Señor, la castidad y la continencia, pero no ahora”. Su oración es tan cruda y honesta: “¡Dios, anhelo ser santo, pero desearía que mis pecados favoritos no tuvieran que desaparecer!”. Incluso San Pablo reconoce esta tensión en Romanos, cap. 7, cuando dice: “Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. … Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (15-19). La Iglesia enseña que la concupiscencia, la inclinación al pecado, es uno de los efectos del pecado original, y que la gracia santificante que se encuentra en los sacramentos nos fortalece para superar nuestros bajos deseos, crecer en la virtud y alinear nuestras acciones con nuestras creencias. Es una batalla para crecer en la fe y en la obediencia humilde a la voluntad de Dios, no a la nuestra. He aquí un par de consejos prácticos para ganar esta batalla.


Ve a confesarte más de lo habitual.

En este sacramento, la luz brillante del amor de Dios ilumina los lugares oscuros de nuestro corazón, y tanto el amor como la misericordia de Jesús vencen. Salimos limpios y fortalecidos, habiendo elegido hacer lo correcto, incluso si nuestros deseos naturales nos dicen lo contrario.

Pídele a Jesús la gracia de querer ser santo.

No te limites a pedirle al Espíritu Santo que te haga santo, sino pídele a Dios que te dé el deseo de una vida virtuosa y heroicamente buena.

Aunque no sea Cuaresma, considera la posibilidad de hacer algún tipo de ayuno regular.

Negarnos intencionadamente cosas que deseamos nos ayuda a desarrollar el buen hábito de que nuestra voluntad virtuosa venza nuestros caprichosos apetitos.


San Agustín fue honesto con Dios y, finalmente, los deseos de este gran santo se ajustaron a la voluntad de Dios para su vida. Nuestro Padre no se escandaliza por nuestra debilidad, así que no dudes en decirle cómo te sientes realmente. Pídele que purifique tus deseos más profundos y luego coopera con alegría con la gracia que te da para no solo hacer el bien, sino también desear el bien y, de vez en cuando, un delicioso y suave Taco Supreme.


Pete Burak es el vicepresidente de Renewal Ministries. Tiene un máster en teología y es un ponente habitual en eventos para jóvenes y adultos jóvenes.

Read this article in English! (Versión en ingles)